Soy consciente de que este artículo va a levantar una gran polvareda en la opinión pública. La gente no va a compartir para nada mi opinión acerca de este colectivo, pero como me toca de cerca, creo que debo opinar y más con conocimiento de causa.

Vivimos en una sociedad que opina de todo, para bien o para mal, a sabiendas que, en muchas de las situaciones, no serán justos en sus decisiones, al ser parte interesada, les ciega la pasión, siendo inconscientes que su veredicto está falseado por el prisma del cristal con el que se contempla «SU» realidad. Muy alejada de la verdad verdadera.

Si esto lo extrapolamos al juez deportivo que toma decisiones en segundos (minutos ahora con la introducción del videoarbitraje -También conocido como VAR-) con la dificultad que ello conlleva, diremos que dicha decisión ha sido tomada de manera parcial contra el equipo X o el equipo Y, sin tener en cuenta, la figura humana del árbitro.

Juguemos a un juego, díganle a su compañero de trabajo que, durante 90 minutos, lo que viene siendo una hora y media, se ponga a su lado y critique de forma dura, todo lo que usted hace, llegando al insulto y la crítica destructiva. Comente con los clientes que hagan lo mismo de manera interesada, faltando al respeto, incluso a su familia de manera cruel.

Jod*** ehhhh, pues dense con un canto en los dientes, porqué eso es solo un juego.

Pero en la figura arbitral, no es un juego, es su profesión y no solo tienen que soportar ser vilipendiados, insultados y señalados por la sociedad, ellos solos, sino también sus propiedades, sus familias y sus amigos por el mero hecho de haber tomado una determinada decisión contra uno de los poderes facticos existentes en el territorio nacional. 

Dando igual, si esa decisión ha sido acertada o no, lo único que importa es difamar y menospreciar a su fama y a su persona en el momento por haberlos perjudicado, independientemente de lo bien que haya actuado.

Si a eso le unimos la campaña de señalamiento de los medios, ya tenemos el circo montado. Los dueños del relato. La gente hipócrita lo compra, hostigando, insultando, persiguiendo y menospreciando todo lo relacionado con dicho árbitro, en el que su único delito fue tropezarse con el maleducado de turno, a sabiendas de tomar la correcta decisión en ese momento. 

Pero, ¿qué más da?…

El daño ya está hecho. El débil colectivo, no saldrá en tromba, en defensa del árbitro y si los dirigentes pueden lo apartaran de la escena pública, sembrando la duda sobre su honorabilidad (neverazo lo llaman).

Desde las lentes de la imparcialidad, vemos que cualquier decisión que menoscabe la fama elitista, conllevará unas consecuencias graves para el trencilla de turno.

¿Habrán más valientes que tomen decisiones contra ellos, conocedores de lo que les puede caer encima? 

Sepan ustedes que un árbitro también es un deportista, también pasa exámenes técnicos y físicos, amén de informes en cada partido.

No tienen a nadie que les apoye en los terrenos de juego, más allá de su familia y no solo deben lidiar con los protagonistas del terreno de juego, sino también con el stress que pueden generarles desde la grada y lo más importante, cuando entran a un terreno de juego, nunca quieren fallar, pero son humanos y conviven con el error.

Sino les respetamos como personas, no lo haremos como profesionales y llegará el día que convocarán una huelga, porque se haya salido aún más de madre que estos días y ¡ojo! que para eso ya queda poco.

Me parece triste, que sea él, el triste protagonista, el que haya tenido que confeccionar un comunicado personal. Que sus compañeros hayan tenido que salir en su defensa. Pero lo que sobre todo más me alucina es que el comité lo único que haya hecho es una reunión con el club «afectado» sin dar ningún tipo de apoyo ni personal, ni psicológico al árbitro.

Pero ya se sabe el fútbol es el opio del pueblo y estás cosas ocurren en la España del Siglo XXI