Es el sino de nuestra sociedad.

Estoy cansado de ver el radicalismo en todos los individuos que habitan sobre la faz de la tierra.

La radicalización está al orden del día en todos los ámbitos de la sociedad. Desde el laboral, hasta el deportivo, pasando por el familiar.

El que escribe esta columna que está cerca de la cincuentena, jamás había percibido esta forma de actuar con anterioridad.

No sé a qué es debido, no sé por qué piensan y se comportan de esta manera. Desconozco lo que los lleva a actuar con esos niveles de «maldad» hacia el prójimo.

Lo que sí se, porqué lo compruebo de manera diaria, es que esa semilla brota en los jóvenes y adolescentes, teniendo un comportamiento fuera de toda normalidad, no discriminando a nadie en sus incívicos comportamientos (les es indiferente el status de la otra persona, estudios, edad, clase social, etc.).

Quizás parte de estos comportamientos, son debidos al excesivo uso de RRSS, YouTube y Tiktokers, olvidándose de los amigos de carne y hueso que tienen a su lado y que los necesitan más de lo que ell@s se piensan.

En comparación, los de mi generación, los de la EGB, BUP/FP nos dirigíamos a todos con una educación exquisita y un respeto fuera de toda duda.Teníamos otras válvulas de escape para canalizar el stress, la ansiedad y los malos rollos generados en los estudios o trabajo que cada uno cursara en dicha época.

Si el lector ha llegado hasta aquí, estará pensando, pero ¿por qué me cuenta Nandinni este rollo acerca de la radicalización de la sociedad?Fácil. Hoy en día, donde vemos la mayoría de incidentes radicales es en el deporte, teniendo que destinar tanto clubes profesionales como amateurs, fondos o bien privados o públicos respectivamente, para luchar contra este tipo de radicalizaciones.
Quien no ha visto en las últimas semanas a un grupo de fervientes seguidores de un determinado equipo que se cruzan la península entera para llegar a destino, con el único propósito de entablar una «discusión amistosa» con sus homónimos del equipo local, con la única motivación de tener distintos pareceres políticos, o

 aquellos seguidores que le lanzan todo tipo de objetos a tal o cual jugador del equipo contrario por haber cometido el «delito» de alzar los brazos en un gol cerca de cierto grupo de animación local. Cerrando la grada durante un partido por estar advertidos y hacer caso omiso a dichas indicaciones. No todo vale en la lucha contra este tipo de radicalizaciones. 
Visto desde otro prisma, muchas veces, vemos que el deportista que está en el terreno de juego, no se comporta como un adalid de valores, un ejemplo para los niños que ven en esa figura, alguien a quien imitar.Estamos cansados de comprobar al «estrellito» de turno vilipendiar a la afición rival, adversario o árbitro, en multitud de ocasiones.O ya la última, cambiar de dirección en una celebración de gol, para mofarse de la grada local más bulliciosa de todo el estadio, con el peligro que ello conlleva; A sabiendas de la mala actuación que va a conllevar una reacción a dicha acción inicial.

El resultado más probable es el de siempre, el niñato provocador, no recibe multa alguna (estaría bien para que la próxima vez, se lo pensase dos veces) y el damnificado es el espectador que ha acudido a dicha grada que tiene que pagar el mal comportamiento del pseudoaficionado que ha incumplido las normas mínimas de comportamiento, teniendo una actitud incívica y fuera de toda normalidad, ya que el Comité sancionador, dictaminará el cierre como es lógico de dicha grada.

Por ello, me voy a permitir dar un consejo:  

Pensar, reflexionar, respirar y actuar

Sólo así estaremos lejos de la radicalización.

P.D: El fútbol es y debe ser una fiesta para todos, espectadores y participantes en el terreno de juego.