Finaliza septiembre y con su partida se marcha el verano. Finaliza el paréntesis estival.

El retorno a la rutina, a las obligaciones laborales y a los quehaceres educativos se abren paso en nuestro día a día.

Unidos a ellos, llega el comienzo de las distintas ofertas en actividades extraescolares, la mayoría de ellas deportivas, más del 90%. En la que destacan los deportes colectivos, primando valores tales como, la formación, el trabajo en equipo, la constancia, el sacrificio, el esfuerzo y la entrega, que les serán útiles a los infantes en un futuro próximo.

Desgraciadamente, no todos consideran de suma importancia este tipo de valores.

Hay «personas» (las entrecomillaremos) que justifican los medios con tal de llegar a ese fin que persiguen. 

Ese tipo de personas, son de los que la sociedad enferma, está plena. 

Son aquellas que abarrotan nuestras gradas de recintos deportivos y que justifican su propósito, gritando al árbitro que ha tenido la desgracia de toparse ese sábado o ese domingo con ese ser humano.

Son fácilmente detectables, pues en todo momento, muestran su disconformidad a base de gritos, aspavientos, malos modos, exabruptos, e incluso insultos hacia la figura arbitral, a la que menosprecian y difaman por no estar de acuerdo con las decisiones tomadas por el juez de la contienda.

La pregunta es obvia, si sus hijos/as observan que sus progenitores no respetan al trencilla, ¿Cómo lo van a hacer, ellos sobre un terreno de juego?

Estamos cansados de contar las miles de incidencias que tienen cada temporada los árbitros de todos los deportes, en forma de agresiones e insultos, por jugadores y público (normalmente familiares de los jugadores) llevándose la palma, el fútbol y todas sus variantes, por culpa de no haber sido «capaces» de contemplar algo que la persona desde la grada sí «ha visto» (aunque en la mayoría de veces no tienen razón).

Normalmente, en la mayoría de ocasiones, lo que se desea es que se arbitre a favor del equipo del que se es seguidor acérrimo, obviando que el árbitro es una figura imparcial, que tiene una formación a nivel reglamentario con sus consiguientes exámenes técnicos y físicos, para lo cual se preparan anualmente, perdiendo tiempo familiar y de sus amistades, preparando tales pruebas, con el único objetivo de ascender de categoría.

Esa preparación de la que el espectador no tiene consciencia, se realiza fuera de su horario laboral o universitario, ya que la gran mayoría, por no decir el 98% no son profesionales del arbitraje.

Desde este humilde aprendiz de articulista, se pide respeto a la figura arbitral siempre.

Traten de empatizar con sus decisiones, piensen en primer lugar que, sin árbitros en cualquier deporte, no existirían ligas u otros torneos.

Por lo tanto, a pesar de querer pasar inadvertidos, es imposible hacerlo, pues tendrán que tomar decisiones en décimas de segundo, en la que priman multitud de factores físicos, psíquicos y hasta psicológicos.

En segundo lugar, que muchos de ellos/as lo hacen con un claro afán pecuniario ya que, al estar estudiando, son sus únicos ingresos económicos, mientras acaban sus estudios. Es por ello que no son profesionales como tal del arbitraje.

En tercer lugar, Debido a la presión desmedida a la que son sometidos, muchos de ellos/as quedan paralizados, tomando decisiones de manera autómata, por temor y pánico a las consecuencias que pueden sufrir una vez finalizado el encuentro o durante el mismo.

No son pocos, los árbitros que tras estar sometidos durante el encuentro a multitud de insultos y menosprecios desde la grada y el terreno de juego, han salido del recinto deportivo, con la clara idea de dejar de ser árbitro y créanme es muy frustrante ver como los jóvenes que podían ser el futuro, deciden dar un paso al lado por las humillaciones y vejaciones sufridas en un determinado partido de una categoría base, en la que únicamente se juega por diversión y eso es lo que los padres/madres no entienden.

Todos creen que sus hijos pueden llegar a profesionales. Cuando únicamente llega un 2% como mucho y con muchísima suerte. Cada familia, cree tener un Lamine Yamal en casa, que pueda solventar sus problemas económicos y lo que no se dan cuenta es que su irrupción con 16 años, es algo anormal.

Desde aquí, nos gustaría que muchos de esos padres, fueran invitados a realizar un curso de normativa, a hacer las pruebas físicas arbitrales y por último que arbitraran un encuentro, mientras gran parte de la grada, le propinaba todo tipo de insultos y vejaciones.

Entiendo que solo entonces, cambiaría su opinión sobre su actitud en la vida.

La Federación Española de Fútbol debería valorar dicha propuesta, ya que anualmente disminuye el número de árbitros en dichos deportes.

Ayuda a fomentar el espíritu de respeto, las campañas lanzadas a nivel particular por determinados clubes.

Por último, insistir en que se respete la figura arbitral siempre y que nos dediquemos a contemplar los partidos, sin ánimo de nada más. Sólo así habremos avanzado como sociedad.

Y para los malpensados, hablo con conocimiento de causa.

Reitero RESPETO SIEMPRE.